Los petroglifos de Pusharo

El descubrimiento del Sector I-B

Es así como, una noche, nuestro equipo se escabulle por la selva hasta la pared principal de los famosos petroglifos, con unas lámparas de bolsillo a la mano. La noche está negra, sin luna. El ambiente es raro, misterioso. Avanzo en cabeza, con una vieja lámpara de petróleo a la mano. Parecemos cazadores de tesoros que se preparan a descubrir un secreto. Exploro lentamente la pared. La luz de mi lámpara hace vibrar unas formas y las caras. Parecen vivas. Un rostro me sonríe. Intento ver matices de relieve que no hubiera detectado con la luz más frontal del día.


Sector I-A: mientras que Thierry Jamin examina la roca con su linterna, durante una noche sin luna, una cara bien conocida parece seguirle de la mirada con una sonrisa benévola. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Sector I-A: mientras que Thierry Jamin examina la roca con su linterna, durante una noche sin luna, una cara bien conocida parece seguirle de la mirada con una sonrisa benévola. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)

Encima del primer tercio derecho de la roca, las lámparas de bolsillo hacen aparecer al final extrañas formas geométricas. Distingo en primer lugar, a algunas decenas de centímetros encima del perfil del Inca, ligeramente a la izquierda, como un inmenso círculo que podría ser un blasón. En el centro parece haber sido grabado un doble círculo, como un sol, de donde parten varios "rayos" de forma más o menos sinuosa.

Arriba todavía, a un metro más o menos, observamos la presencia de cinco o seis formas cuadradas de 15 cm de largo sobre 12 cm de ancho, cavadas en la roca en algunos milímetros de espesor. Parecen "ventanas". Se trata, en realidad, de cinco cabezas en bajorrelieve, una de las cuales sostiene precisamente, con el brazo derecho, el blasón solar, descrito anteriormente. Con el brazo izquierdo, este mismo personaje exhibe la cabeza cortada de un enemigo muerto en el combate, cuyo cabello cuelga en dirección al suelo. ¡Es una escena conmovedora! Algunos rasgos simples indican a veces la ubicación de los ojos, de la nariz y de la boca. Se trata seguramente de guerreros. Quizás los del Inca, cuyo perfil precisamente está representado en la parte baja.

Observamos más arriba diferentes formas geométricas: líneas rectas o quebradas, signos escalonados, triángulos, rombos, figuras en formas de "laberinto", etc. Hay un gran número de ellas. Parecen en realidad cubrir toda la pared superior de la roca. ¡Detectamos muchas en torno al sol principal e incluso mucho más arriba! Se realizó así una doble espiral exactamente encima de este sol. Parece una galaxia. Algunos metros más bajos, a la izquierda del mismo sol, un conjunto extraño de figuras evoca una cometa, propulsada por una cola empenachada de llamas chispeantes.

Vista acercada de la pared del Sector I-B de Pusharo. Aquí, el ejercito de los guerreros del Incas. El personaje central lleva un escudo en el brazo derecho, mientras que exhibe la cabeza cortada de un enemigo en la mano izquierda. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Vista acercada de la pared del Sector I-B de Pusharo. Aquí, el ejercito de los guerreros del Incas. El personaje central lleva un escudo en el brazo derecho, mientras que exhibe la cabeza cortada de un enemigo en la mano izquierda. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)

¡Toda esta parte de la roca principal de Pusharo, al parecer sin figuras, se revela finalmente tapizada de glifos! Pero nuestros medios son insuficientes para entender el sentido de estos misteriosos signos.

Durante las noches siguientes, intentamos aprender más. La selva entonces se ilumina a veces de extrañas luces. Encendemos, a distancias regulares, varias fogatas a lo largo de la pared rocosa. Tenemos mucho cuidado, sin embargo, con no juntar estos fuegos a la roca, de tal modo que el humo producido no la alcance.

¡Lo que observamos entonces es extraordinario! La pared de Pusharo se revela finalmente a nosotros en su totalidad. Toda la parte superior de la roca nos habla por fin. Los petroglifos "invisibles" salen entonces del olvido, después de más de cinco siglos de ausencia. Somos los primeros en tener el honor de contemplarlos de nuevo.

 

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